viernes, 28 de septiembre de 2012

Donde cruzan los brujos 1


Respiración 1:
 
Me pidió salir de la cueva y luego me dirigió, mediante una suave manipulación, a sentarme con la columna encorvada y pegar las rodillas contra el pecho.
Sin despegar los pies del suelo, debía yo abrazar mis pantorrillas entrelazando los dedos firmemente. Suavemente me fue bajando la cabeza, hasta que mi mentón tocó mi pecho.
Tuve que forzar los músculos de los brazos para evitar que las rodillas se me salieran de los lados. Tenía comprimido el pecho y también el abdomen. El cuello me tronó al encoger la barbilla.
 
Clara me instruyó que inhalara rápida y superficialmente. Le dije que su petición era redundante, puesto que mi posición sólo permitía respirar de esa manera. Dijo que si disminuía la presión en mis brazos creada por mis dedos entrelazados, aunque sólo fuese levemente, mi respiración volvería a la normalidad. Pero no era eso lo que ella deseaba. Quería que continuara respirando superficialmente durante por lo menos diez minutos.
 
Esa respiración y postura obran milagros.
Clara afirmó que, de ejecutarse regularmente, con calma y deliberación, esa respiración equilibra de manera gradual nuestra energía interna.

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